domingo, 17 de mayo de 2009

Como siempre, desde siempre

Amigos:
Ayer a la noche nos juntamos algunos del grupete en casa de Fede Rabinstein a comer unas empanadas, tomar unos tradicionales vinitos y charlar hasta caer rendidos.
Se encontraban entre los presentes:
· El dueño de casa
· Mercedes
· Diego
· Maxi
· Facha
· Tincho
· La que susrcibe
· Mi media naranja (que fue aceptado con total amabilidad y desparpajo, a pesar de la selectividad que se había planteado inicialmente para la reunión. Gracias chicos.)
La hospitalidad de Fede y su comicidad única hicieron que nos sintiéramos como en casa.
Me perdí el aceite de oliva de la cosecha del propio Martín, dado que no dí crédito a la información que corría en los mails de la convocatoria, cuando le hacían los pedidos. Sin complicar más lo que quiero decir: creí que estaban mandando fruta, bah…
El vino estuvo espectacular, aunque con el correr de las horas se hizo ver algo escaso. Será que como dijo Tincho, con la edad nos vamos poniendo más alcohólicos.
Hubo muchas risas, e incluso algunas confesiones y curiosas casualidades de la vida descubiertas a calzón quitado.
Hablamos de lo trivial.
Hablamos de lo profundo.
Y tengo aquí para decirles lo siguiente:
En los años que llevo cultivando amistades y curtiendo el vínculo del mano a mano con la gente que uno elige en la vida, esto ha sido para mí una sorpresa. Encontrarme con gente que hace más de veinte años no veía ya de por sí tiene sus puntos. Está buenísimo.
Pero la verdad es que sentí que, a diferencia de algunas experiencias comunes que viví y que todos deben haber vivido en mayor o menor medida, con ustedes se puede hablar desde el corazón. Son un grupo de gente de la hostia, cada uno con un corazón de oro y un alma de hierro.
Gente llana, lisa, simple, honesta y abierta. Me sentí como cuando uno era chico y no se preguntaba el por qué de una amistad, o el para qué, o la forma, o si esto estará bien o mal, cómo se tomará esto que dije… Cuando éramos chicos la amistad fluía ininterrumpida desde un alma a la otra.
Con los años, eso se va distorsionando a veces un poco. No es malo, simplemente es así.
Pero entonces, qué gusto encontrarme charlando como si nada con un grupo de gente sin cuestionamientos interpersonales. Donde cada uno es quién es y puede hablar como realmente quiere.
Y lo más loco de todo, es ¡que sean ustedes mismos, los mismos primeros amigos que hubo en mi vida! Quién hubiera dicho que con tanta agua de por medio esa sensación de simpleza se iba a encontrar intacta.

(Sí, me puse sentimental, pero en serio, de posta, de acá del cuore te lo digo.)
Hasta el próximo encuentro.
PD: Ni siquiera saqué la cámara de la cartera, así que las fotos del evento quedarán para su imaginación.